Girar hacia la izquierda

La estás pasando increíble. Suena Wham de fondo y sentís la necesidad de sumarte a esa ridícula iniciativa de tus amigos. Obvio, no querés quedarte afuera. Y entonces, en slo-mo, vos también agarrás un surtidor y empezás a rociar nafta al resto de tus amiguitos…

Peligroso.

No siempre tenemos la suerte que tuvo Derek Zoolander de alejarse justo antes de que a uno de esos descerebrados se le ocurriese prenderse un pucho en medio de ese lisérgico ritual.

Pero lo hacemos, vamos al límite porque lo necesitamos. Necesitamos ser aceptados.

Nuestra dependencia a la pertenencia gregaria está arraigada en lo más profundo del ADN de nuestro cerebro neandertal. Hace miles de años, pertenecer a una tribu era lo primero que tenías que asegurarte porque equivalía a supervivencia. Lo que hacías o dejabas de hacer marcaba la diferencia entre estar dentro o fuera de esa tribu. Y afuera, en soledad, estaba la muerte.

Fastforward unos miles de años, esa tribu dejó de andar en taparrabos pero sigue siendo tu grupo de amigos, tu familia, tus colegas de trabajo. Y aunque ya no dependemos de ellos para sobrevivir físicamente -al menos ya no en nuestra vida adulta-, emocionalmente seguimos firmemente atados a esa necesidad de aceptación y validación.

Esta predisposición evolutiva nos hizo crecer haciendo lo imposible por pertenecer. Tal vez sin comprenderlo -pero sí sintiéndolo-, la sola idea de quedarnos afuera del grupo, aterrorizó nuestra infancia y nuestra adolescencia. En ese proceso, fuimos adoptando identidades que nos ayudaron a tratar de encajar, a contribuir a la dinámica de esa tribu.

El problema se presenta cuando esa identidad ya no te sirve porque no te representa, cuando querés crecer, mejorar, evolucionar y pasar a otra cosa. Ahí puede que la tribu que te sostuvo tanto tiempo, ahora se convierta en el obstáculo para avanzar.

 

Cortala con la Blue Steel

“¿Alguna vez se pusieron a pensar que en la vida puede existir algo más que simplemente ser muy, pero muy, pero muy ridículamente hermoso?.”

Derek estaba cuestionándose toda su identidad y decide planteárselo a su grupo de amigos supermodelos. Pero su tribu no quería ver a un Derek diferente y, para erradicar de cuajo su inquietud, lo convencen de ir por el camino de siempre: un Orange Mocha Frapuccino!

Unos minutos más tarde, todo termina como ya sabemos en esa estación de servicio.

La tribu que nos abrió sus brazos durante tanto tiempo, ahora puede ser la misma que nos impida evolucionar. Ojo, no es deliberado ese rechazo. El cambio que vos estás buscando a veces también amenaza con desestabilizar la dinámica que todos conocen y con la que se sienten seguros.

Hace miles de años cada uno en su tribu tenía un rol. La curandera, el recolector, la cocinera, el cazador…Nadie cambiaba de roles porque cada rol aseguraba la subsistencia del grupo.

Aunque esos roles cambiaron, hoy sigue pasando algo parecido. Nuestras tribus nos ponen etiquetas que vamos aceptando y, muchas veces, inclusive alimentando. Con el tiempo, algunas de estas etiquetas se empiezan a convertir en pequeñas jaulitas de mierda que delimitan muy claramente por dónde te podés mover y por dónde no. Te encontrás a vos mismo actuando de cierta manera simplemente porque es lo que se espera de vos.

Y es lógico, lo hacemos porque nuestras tribus fueron invirtiendo emocionalmente en esa versión que conocen de nosotros. Cambiarla significaría que ellos también deberían adaptarse y eso naturalmente puede resultar incómodo.

¿Ahí qué vas a hacer?

¿Vas a ceder y te vas a ir a tomar el Frapuccino?¿O vas a mostrarle a tu tribu lo que realmente sentís? ¿Vas a ir en búsqueda de lo nuevo que querés construir a riesgo de perder aceptación y validación, o vas a quedarte en la cómoda pero asfixiante jaulita de mierda?

 

Animate a dormir con los lobitos

El miedo a la soledad puede paralizar porque viene heredado; se siente como si nos fueran a dejar fuera del campamento en el medio de la noche solos con los lobos. Hoy, ese mismo miedo nos lleva a mantener identidades que ya no nos sirven y que nos destruyen lentamente desde adentro, porque van matando nuestro impulso expresivo y creativo.

Alguna vez alguien me dijo que “la parte más difícil de crecer es soltar las cosas que probablemente nunca fueron reales”.

Puede que algunas de esas identidades que estuvimos manteniendo durante tanto tiempo, las hayamos usado como máscaras, como una adaptación y una estrategia de supervivencia social. Pero tal vez esa nunca fueron realmente nuestra verdadera identidad, o al menos no de manera completa. Pueden haberse sentido vitales para nuestra validación, pero ya cumplieron su propósito y ahora pasaron a limitarnos.

Entonces, ¿cómo rompemos este ciclo?

¿Cómo nos abrimos al cónclave de nuestra tribu para decirles que ya no queremos simplemente ser el cocinero o la curandera, que tenemos mucho más para explorar y aportar?

La respuesta no es fácil, pero es simple: con aceptación, vulnerabilidad y coraje.

Aceptación, porque la cosa arranca por nosotros. Tenemos que estar dispuestos a darle la bienvenida a todas las imperfecciones y contradicciones que muchas veces intentamos tapar con esa identidad que hoy nos damos cuenta que ya no nos sirve.

Vulnerabilidad, porque exponernos se va a sentir tan amenazante como quedarnos con los lobos. Si de una vez por todas vamos a mostrarnos desnudos, no podemos estar con la guardia alta, tenemos que soltar. 

Y coraje, para arriesgarnos a lo que venga. Ser amados por quienes somos realmente, completitos, en lugar de ser aceptados por quienes fingimos ser con tal de mantener desesperadamente nuestro lugar alrededor de la fogata.

 

La tribu que te merecés

A Derek Zoolander se le viene el mundo abajo cuando su carrera, de un día para el otro, se desploma frente la mirada de todo el mundo de la moda. Había pasado años perfeccionando su mirada “Blue Steel” convencido que eso era todo lo que tenía para ofrecer. Convencido también que, desde muy pequeño, padecía una tremenda y rarísima condición:

Derek estaba seguro que no era un ambi-turner, nunca iba a poder girar a la izquierda.

En su travesía del héroe, Zoolander se ve forzado a tratar de volver a sus raíces, a renunciar a todo lo que lo mantenía en su zona de confort y que claramente ya no le estaba sirviendo. Lo lleva al punto de confrontar su identidad superficial que sólo había sido fogoneada por las diferentes tribus que antes lo arengaban y ahora lo habían olvidado.

Desesperado, decide renunciar a todo. Decide dejar de ser un supermodelo.

Pero en el camino, encuentra una nueva tribu; Matilda y Hansel lo acompañan por un viaje de aceptación, vulnerabilidad y coraje que lo desafía a explorar dimensiones de su ser que nunca había siquiera imaginado.

Ese es el tipo de tribu que todos nos merecemos.

Una tribu que nos acepte por quienes somos y no por quien pretende que seamos. Una que nos anime a explorarnos y a cuestionarnos, que fomente y celebre nuestros cambios en lugar de sentirse amenazada por ellos. Y, sobre todo, una que también nos impulse a crecer y descubrir facetas de nosotros mismos que ni siquiera sabíamos que existían.

No va a ser fácil. Es muy probable que, como Derek, pases por momentos de soledad, de dudas, de falta de autoestima. Ahí va a entrar tu tribu.

Puede que tu tribu te acepte.

Puede que tengas que alejarte un tiempo de tu tribu.

Puede que tengas que buscar una nueva tribu.

Cualquiera sea el caso, la libertad que nos trae permitirnos explorar nuestro yo auténtico vale cada uno de esos momentos de incomodidad.

Porque hay algo muy loco que pasa cuando quedás desnudo; te das cuenta que, al final de todo, la validación más importante es la que te das a vos mismo. Cuando aprendés a aceptarte y a amarte completito, en todas tus formas.

 

Desenfundá tu Magnum

Pico total de tensión en esta bizarra historia. En la cabecera de la pasarela, Mugatu le revela al mundo algo impensado; la Blue Steel, la Ferrari y la Tigra, todas esas icónicas miradas de Derek son…las mismas.

El villano decide terminar lo que el trigger del tema de Frankie Goes to Hollywood no había podido desencadenar. Pega su grito desquiciado y lanza una letal estrellita ninja…

Pero Derek Zoolander ya no era el mismo.

Corre y, de manera heroica, se posiciona delante del Primer Ministro de Malasya. Ante el asombro de toda una multitud, la estrellita se frena abruptamente y queda en suspensión en el aire, dominada por la descomunal intensidad de su mirada.

Era una nueva y única mirada, una ante la que Mugatu no puede evitar que las palabras “Santo Dios…es hermosa” salgan de su boca.

Es que a Derek Zoolander, su tribu lo había ayudado a descubrir la “Magnum”.

Esa mirada emerge inesperadamente de una dimensión oculta e inexplorada hasta ese momento. Y no sólo es tremendamente hermosa; contra todo lo que él mismo consideraba posible, Derek devela la Magnum girando hacia la izquierda.

Todos tenemos escondida una versión bastante más grande de lo que creemos que podemos ser. A veces somos nosotros mismos los que nos mantenemos atrapados en la comodidad de lo familiar. Otras veces, son nuestras tribus las que nos piden que sigamos tirando las Blue Steel de siempre.

Para revelar todo nuestro potencial y creatividad, tal vez necesitemos empezar a pensar qué rol estamos teniendo con las personas que nos rodeamos. Si hacemos ese trabajo, vamos a empezar a ver muy claramente qué personas celebran nuestra evolución y cuáles pretenden seguir atándonos a roles o identidades del pasado.

La tribu que te va a permitir encontrar tu propia versión de Magnum va a ser esa que te vea no -sólo- por lo que fuiste, sino por todo lo que podrías y querés animarte a ser. Una tribu que vea más allá de las etiquetas y roles a los que están acostumbrados.

Eso sí, el trabajo de mostrárselo es nuestro.

En tu vida personal, familiar, profesional, la verdadera expansión surge cuando te abrís a personas que te inspiran a salir de la jaulita de lo predecible, que te animan a explorar esos rincones de tu creatividad y de tu humanidad que todavía no lograste visitar. Tener o encontrar esa tribu es como encontrar el detonante que destraba nuestro máximo potencial y nos ayuda a abandonar versiones limitadas de nosotros mismos.

Así que la próxima vez que te veas a vos mismo actuando por default el rol que tu tribu siempre espera de vos, preguntate:

¿Sigo tirando una versión vetusta de una Blue Steel o le quiero meter fichitas a descubrir mi Magnum? ¿Voy a seguir siendo el Derek que todos conocen, o me voy a animar a prenderle fuego a esas etiquetas, a ir más allá y a descubrir lo que realmente soy capaz de hacer?

Ahí vas a ver de qué esta hecha tu tribu. Cuando te rodeás de la tribu correcta, esa que te impulsa a ser más, lo imposible deja de parecer tan lejano.

Y ahí es cuando vas a poder girar a la izquierda.

Abrazo y hasta la prox.

 

// PS: Plano final. Derek se presenta como un “Ex-Supermodelo”. Está sentado en una fuente, rodeado de niños a los que les está leyendo un cuento en el nuevo “Centro Derek Zoolander para niños que no saben leer bien y quieren aprender a hacer otras cosas bien”. Zoolander pudo dejar atrás su identidad limitante y logró materializar su sueño junto a Hansel y Matilda, su nueva tribu. Pero esa fuente no está dedicada a ellos; esa fuente muestra modelos rociándose nafta y es un bellísimo homenaje a una tribu muy importante en su vida. Ya sea porque tu tribu desaparezca volando por los aires en una ridícula explosión de una estación de servicio, o porque decidas que ya no es la correcta para vos, no dejes de honrarla. Fue parte de tu travesía. Jitterbug!

Otro abrazo y hasta la prox.

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